Dios te ha llamado a la vida, para que seas feliz…
¿Cómo saber si Dios me llama?
En tanto que hombres y mujeres, Dios tiene para todos una vocación natural al matrimonio. No obstante, Dios llama a algunos a renunciar a este gran bien para darse de forma particular en el sacerdocio o la vida consagrada femenina o masculina.
La pregunta no es entonces: ¿Dios me llama al matrimonio o a la vida consagrada?, sino “¿Dios me llama a la vida consagrada?. Este llamado no es externo a mí, como si los cielos se abrieran y una voz me dijera: “te llamo a ser sacerdote”. No. El llamado de Dios se expresa en mi corazón –por ejemplo, bajo la forma de un deseo profundo- y suscita en mí alegría. Discernir, es entonces, escuchar la voz de Dios en el corazón de mi deseo de amarlo, de servirlo y de amarlo y servirlo con mis hermanos. El reconocimiento de un llamado a la consagración de mi ser a Dios se hace, así en un “diálogo inefable” con Dios (Juan Pablo II)
Este llamado permanece como un misterio del corazón de Dios: “No son ustedes quien me han escogido; soy yo quien os he escogido” (Juan 15, 16)
En el fondo, discernir el llamado de Dios es profundizar una historia de amor, en un corazón a corazón con Dios de quien me siento amado…
“Queridos jóvenes: para descubrir y seguir fielmente la forma de vida a la cual el Señor llama a cada uno, es indispensable permanecer en su amor como sus amigos. Pues ¿cómo puede conservarse la amistad sino es por la frecuencia de los encuentros, la conversación, y compartir las alegrías y las penas?. Santa Teresa de Jesús decía que la oración consistía en una ‘relación íntima de amistad donde se habla frecuentemente solo a sola con Aquel que sabemos que nos ama’ (cf. Libro de la Vida, 8 . S.S. Benedicto XVI JMJ Madrid, 2011).
Criterios para discernir mi vocación
¿Estoy llamado a ser sacerdote, consagrado(a), casado(a)?
Es una pregunta difícil y a veces embarazosa. Pero ¿Cómo identificar este don?
El fin último de toda vocación es la unión con Dios, osea, la santidad. Este camino es para todos. Por eso algunos son llamados por Dios a seguir una llamada específica a través de la vocación sacerdotal o de la vida consagrada. Tal llamada es un don de Dios a ser acogido (y no un problema a ser resuelto). Para discernir una vocación, la Escritura conserva cuatro criterios que se completan y proponen como los medios adaptados para hacer de la respuesta al Señor, un acto libre de amor.
Conocer a Cristo
Quien desea conocer a Jesucristo, intenta encontrarlo y conservarlo, con él, diálogo personal y regular como un amigo habla a su amigo. La escucha de la Palabra de Dios, combinada con la frecuencia de los sacramentos, hace entrar en el misterio de la persona divina.
Concretamente, a aquel que quiera ver más claro sobre su vocación, se le recomienda al mínimo, veinte minutos de oración por día, la Eucaristía dominical y la confesión mensual.
Por la lectura de las Escrituras, descubrirá como Dios llama y conduce a su pueblo en la historia. Así, se reciben los elementos para comprender como El obra en la propia vida.
Amar a la Iglesia
Como dar la vida para servir a la Iglesia sin conocerla, sin tener confianza en ella? Para discernir una llamada es necesario la Iglesia. Conviene, por un lado, escoger un orientador para identificar la obra de Dios en la vida de la persona y, por otro lado, participar de un grupo joven para rezar, formarse y aprender a servir juntos. Es útil contactar una persona responsable para las vocaciones de su diócesis, su congregación o comunidad para seguir un ciclo de discernimiento adaptado. La participación en la vida de la Iglesia, en una parroquia, a través de una comunidad o de un movimiento, permite conocer mejor la realidad de la Iglesia.
Discernir la presencia de Dios
Dios envió a su Hijo al mundo por amor (cf. Jn 3,16). El cristiano es el alma del mundo, y él no puede vivir fuera de este medio que Dios creó para el hombre. El desafío de cada vocación consistirá en crecer en la contradicción en relación al espíritu del mundo. No huyendo de este mundo, sino amándolo. Es capital prestar atención a la belleza de la creación, sobre todas las buenas obras de tantos hombres y mujeres, para maravillarse y descubrir el mundo con el mirar de Dios. Este hecho, mediante la providencia en el día a día, ayuda a aprender a “hacer memoria” de su vida regularmente, a fin de discernir las señales de la presencia de Dios.
Identificar los deseos
Dios habla a través de las profundidades de nuestros deseos, como dice el salmo: “voy a escuchar lo que dice el Señor” (Sal 84,9). Tanto en la oración como en la vida, se puede observar una variación de sus propios estados de espíritu: alegría, tristeza, impulsos, resistencias etc.. Es posible escuchar a Dios a través de una consideración de sus estados de espíritu y del sentido espiritual de estos. Se trata de examinar con docilidad, con la ayuda del Espíritu Santo, en la oración, sus pensamientos interiores para identificar si vienen de Dios, del demonio o de sí mismo. San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, distingue varios momentos del alma. Las consolaciones de Dios son períodos de alegría espiritual profunda. Los “síntomas” de estos períodos son la paz, la alegría y la realización. Estas son distintas de las “falsas alegrías” del mundo que son supérfluas y efímeras.
Las desolaciones pueden ser consecuencias del pecado o de las resistencias interiores, que se caracterizan por la tristeza, por el desánimo y por la falta de valentía. Durante estos períodos, San Ignacio aconseja permanecer firme en las decisiones y compromisos asumidos.¡ No es en medio de la tempestad que un barco cambia el rumbo! Pero la desolación puede tener un efecto benéfico: permitir la experiencia de la pobreza, de la fragilidad, tal como un sótano obscuro iluminado por un rayo de sol que hace aparecer el polvo. Es una invitación a una entrega de sí más radical al amor de Dios. El Señor dijo a Santa Faustina que la actitud más fundamental del cristiano es la confianza en su misericordia.
Esos criterios y estos medios son útiles para ir hasta el fin de la vocación y la santidad ¿Tengo una vocación específica? Si yo trabajo los medios para avanzar, un día esta llamada quedará clara. Es legítimo que un hombre, que aspira a la santidad, se plantee delante de Dios la pregunta sobre el sacerdocio antes de comprometerse en el matrimonio. Aquel que ama, descubre el secreto de su vocación cristiana y podrá dar oídos a este último consejo: “Rece como si todo dependiese de Dios. Obre como si todo dependiese de usted.”